miércoles, 18 de agosto de 2010

UN GIRO DE 180 GRADOS

Andamos preocupados por muchas cosas en la vida. La mayoría de éstas son importantes y debemos darles su debido tiempo. Pero algunas que concitan nuestra atención no son tan trascendentes, como la fe. “Por la fe creemos que las etapas de la creación fueron dispuestas por la palabra de Dios y entendemos que el mundo visible tiene su origen en lo que no se palpa” (Hechos 11:3).



Jesús dijo: “Tengan fe en Dios. Yo les aseguro que el que diga a ese cerro: ‘¡Levántate de ahí y arrójate al mar!’, si no duda en su corazón y cree que sucederá como dice, se le concederá. Todo lo que pidan en la oración, con tal que lo crean, lo recibirán. Cuando se pongan de pie a orar, perdonen si tienen algo contra alguien” (Marcos 11:22-24).



Es la fe puesta en Dios lo que necesitamos en lo cotidiano o en lo extraordinario. De tiempo en tiempo, llegan las tormentas a nuestras vidas, y cuánta falta nos hace la fe. “Un día Jesús subió a una barca con sus discípulos y les dijo: ‘Crucemos a la otra orilla del lago’. Mientras navegaban, Jesús se durmió y de repente se desencadenó una tempestad sobre el lago y la barca se fue llenando de agua a tal punto que peligraban. Sus discípulos lo despertaron y le dijeron: ‘Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?’” (Lucas 8:22-23). Esta escena se repite en nuestras vidas cuando enfrentamos situaciones de peligro, en las que pensamos que Dios nos ha abandonado, que no se acuerda de nosotros y que no le importan nuestros sufrimientos. El tiempo parece interminable y pensamos que no llegaremos a ningún puerto. Y es que cuando arrecia la tormenta no podemos divisar la orilla. Ésta sólo es visible a los ojos de la fe, pues la fe “es la certeza de las cosas que no se ven, pero que sí se esperan”.




“Luego que los discípulos le despertaron, se encaró con el viento y dijo al mar: ‘¡Cállate, cálmate!’. El viento se apaciguó y siguió una gran calma. Después les dijo: ‘¿Por qué son tan miedosos, todavía no tienen fe?’” (Marcos, 4:39-40). El Maestro no mandó a sus discípulos a buscar vasijas para sacar el agua. Sólo les exhortó para que tuvieran fe. La misma pregunta nos haría hoy, pues hemos cambiado la vida de fe por una vida de temores. Y no es que Jesús no comprenda que sintamos miedo, sólo quiere ayudarnos a que se disipen por medio de la fe. Cuando experimentamos la tempestad, la fuerza del viento y el agua hacen desaparecer nuestra autosuficiencia. Es el momento en el que descubrimos nuestras limitaciones y la necesidad de Dios en nuestras vidas. Jesús en nuestra barca es la certeza que llegaremos a la otra orilla llevando en nuestro interior el tesoro del poder de la fe, después que en la dificultad ha sido “probada como el oro”.



Clamamos a Dios por tantas cosas y nos olvidamos de pedir fe. Creamos en Dios y pidamos este precioso don. Pongamos nuestra confianza en Dios. Sabemos que los seres humanos fallamos y esto nos produce temores. Es la fe en Jesucristo resucitado que en medio de las pruebas nos hace exclamar: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Dios recompensa a los que le buscan, les bendice con su amor y su “amor echa afuera el temor”. Llama dichosos a los que creen sin ver. Recordemos que Dios nunca nos abandona, y muchas veces nos ha conducido hacia la orilla. Jesús nos dice: “No tengas miedo, sólo ten fe. Al que cree, todo le es posible”.

Atravete a darle ese giro radical a tu vida, que los Dios te puede dar!!!

1 comentario:

  1. Reciban muchas bendiciones desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
    COMPARTO MI TESTIMONIO DE SANIDAD PARA LA GLORIA DE DIOS.
    Un saludo afectuoso desde El Salvador, Centroamerica.

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